Llamamos a un vitral o vitró, a la composición elaborada con vidrios de colores pintados o recubiertos con esmaltes, ensamblados mediante varillas de plomo. Estos sustituyen a la pintura mural que se había desarrollado ampliamente durante el periodo románico, convirtiéndose así en el arte hegemónico del color y del dibujo, toma las funciones simbólico-docentes de la pintura mural con sus completos programas iconográficos que hicieron converger a la mayor parte de los talleres y centros artísticos europeos, principalmente de Francia.
El arte de los Vitrales domina sobre las demás técnicas de pintura a las que impone sus leyes como la composición enmarcada en medallones, nichos u otros compartimentos, los colores vivos y saturados, las formas delimitadas y precisas. Estas son pautas estéticas que hallamos también en las ilustraciones de libros y miniaturas difundidas en Europa, a excepción de Italia, donde la tradición muralista no se había interrumpido desde la antigüedad. Sus temas son tomados del Antiguo y Nuevo Testamento, las historias de la Virgen María y de los santos así como las representaciones de las actividades gremiales o escenas de la vida cotidiana, las cuales, progresivamente suben también a lo alto de los vitrales de las catedrales.
Al avanzar el estilo se modificó la técnica con una nueva gama de color basada en los fondos incoloros o grises, en los tonos quebrados y los temas más humanizados. La invención del color amarillo de plata llevará al arte de los vitrales, durante el siglo XIV, a un preciosismo dorado y a una ligereza que constituye su culminación.
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