- La Muerte de Séneca -
Séneca se nos antoja un personaje singular: culto, refinado y poderoso, con opiniones sólidas que en ocasiones desdecían al estoicismo, vivió y participó en las intrigas, conjuraciones y asesinatos de la época más tormentosa de la corte romana. . En el año 59, la antiguamente gran valedora de Séneca, Agripina, fue asesinada por Nerón, marcando el inicio del fin de Séneca. Aunque posiblemente no estuvieran involucrados, Séneca y Burro tuvieron que llevar a cabo una campaña de lavado de imagen pública del emperador a fin de minimizar el impacto que pudiera tener el crimen: Séneca escribió la famosa carta al Senado en la que justificaba a Nerón explicando cómo Agripina había conspirado en contra de su hijo. Este hecho ha sido muy criticado con posterioridad, y ha sido germen frecuente de las acusaciones de hipocresía contra Séneca. Cuando, en el año 62, Burro murió (probablemente asesinado según algunos), la situación de Séneca en el poder se volvió insostenible, al haber perdido buena parte de su capital político y de sus apoyos. La campaña de desprestigio, además, le privó de la cercanía del emperador, el cual, rodeado de aduladores y arribistas como Tigelino, Vitelio o Petronio, pronto comenzaría a hablar de desembarazarse de su viejo tutor.
Sobre la muerte de Séneca, el historiador Tácito cuenta que el tribuno Silvano fue encomendado para darle la noticia al filósofo, pero siendo aquél uno de los conjurados, y sintiendo una gran vergüenza por Séneca, le ordenó a otro tribuno que le llevara la notificación del César: de un patricio como Séneca se esperaba no que decidiera esperar a la ejecución, sino que se suicidara tras recibir la condena a muerte. Cuando Séneca recibió la misiva, ponderó con calma la situación y pidió permiso para redactar su testamento, lo cual le fue denegado, pues la ley romana preveía en esos caso que todos los bienes del conjurado pasaran al patrimonio imperial. Sabiendo que Nerón actuaría con crueldad sobre él, decidió abrirse las venas en el mismo lugar, cortándose los brazos y las piernas. Su esposa Paulina le imitó para evitar ser humillada por el emperador, pero los guardias y los sirvientes se lo impidieron (otras fuentes afirman que realmente se suicidó, aunque Suetonio afirma que vivió hasta el principado de Domiciano). Séneca, viendo que su muerte no llegaba, le pidió a su médico Eustacio Anneo que le suministrase veneno griego, el cual bebió pero sin efecto alguno. Pidió finalmente ser llevado a un baño caliente, dónde el vapor terminó asfixiándolo, víctima del asma que padecía. Al suicidio de Séneca lo siguieron, además, el de sus dos hermanos y el de su sobrino Lucano, sabedores de que pronto la crueldad de Nerón recaería también sobre ellos.
El cuerpo de Séneca fue incinerado sin ceremonia alguna. Así lo había prescrito en su testamento cuando, siendo rico y poderoso, pensaba en sus últimos momentos.
- Belisario pidiendo limosna -
De acuerdo con una historia que fue sumando popularidad durante la Edad Media, se dice que Justiniano ordenó que a Belisario le fuesen sacados los ojos, y que se le redujese al estado de mendigo, condenado a pedir a los viandantes que "diesen un óbolo a Belisario" (date obolum Belisario), antes de que fuese perdonado. La mayoría de los estudiosos modernos creen que la historia es apócrifa, si bien Philip Stanhope, filólogo británico del siglo XIX que escribió la obra Life of Belisarius (la única biografía exhaustiva del general) creía que la historia era cierta. Tras un estudio de las fuentes primarias, Stanhope desarrolló una argumentación que defendía su autenticidad, si bien dicha argumentación no es del todo convincente.
Aunque la leyenda permanece siendo muy dudosa, tras la publicación de la novela de Jean-François Marmontel, Belisario, en 1767, esta historia se convirtió en un tema bastante popular para sucesivos pintores de finales del siglo XVIII, que vieron un cierto paralelismo entre la forma de actuar de Justiniano I y la represión impuesta por sus gobernantes. Por ello, la novela de Marmontel fue censurada públicamente por Louis Legrand. Marmontel y los pintores y escultores (hay un busto de Belisario realizado por el escultor francés Jean-Baptiste Stouf en el Museo J. Paul Getty) representaron a Belisario como una especie de santo, en el sentido no religioso del término, que compartía el sufrimiento de los pobres y necesitados. La más famosa de estas pinturas, realizada por Jacques-Louis David, combina temas de caridad (el alma del que da), injusticia (Belisario) y la reversión radical del poder (el soldado que reconoce a su antiguo comandante). Otros lo retratan ayudado por los pobres tras ser rechazado por los poderosos.
- Leonidas en las Termópilas -
En esta pintura, ubicada actualemte el Museo del Louvre, se representa la Batalla de las Termópilas , ocurrida en el año 480 a.C. Liderados por el gran rey espartano Leónidas, entre 6400 y 6700 griegos pocedentes de todas las ciudades-estado del país, habían resistido la embestida de un gran ejército persa al mando del temible Jerjes I. Para continua su hazaña, mas que heroica, los griegos se instalaron en el conocido y estrecho Paso de las Temópilas.
Un ejército aliado formado por unos 7.000 hombres aproximadamente marchó al norte para bloquear el paso en el verano de 480 a. C. El ejército persa, que conforme a las estimaciones modernas estaría compuesto por unos 300.000 hombres, llegó al paso a finales de agosto o a comienzos de septiembre. Enormemente superados en número, los griegos detuvieron el avance persa durante siete días en total , antes de que la retaguardia fuera aniquilada. Durante dos días completos de batalla, una pequeña fuerza comandada por el rey Leónidas I de Esparta bloqueó el único camino que el inmenso ejército persa podía utilizar para acceder a Grecia. Tras el segundo día de batalla, un residente local llamado Efialtes traicionó a los griegos mostrando a los invasores un pequeño camino que podían utilizar para acceder a la retaguardia de las líneas griegas. Sabiendo que sus líneas iban a ser sobrepasadas, Leónidas despidió a la mayoría del ejército griego, permaneciendo para proteger su retirada junto con 300 espartanos, 700 tespios, 400 tebanos y posiblemente algunos cientos de soldados más, la mayoría de los cuales murieron en la batalla. Leónidas y sus 300 espartanos murieron poco después en aquel pequeño desfiladero, pero su muerte sirvió para que Atenas, Micenas y otras ciudades griegas finalmente se unieran y decidieran ir la guerra contra Persia, a la que finalmente detuvieron.
Tras el enfrentamiento, la armada aliada en Artemisio recibió las noticias de la derrota en las Termópilas. Dado que su estrategia requería mantener tanto las Termópilas como Artemisio, y ante la pérdida del paso, la armada aliada decidió retirarse a Salamina. Los persas atravesaron Beocia y capturaron la ciudad de Atenas, que previamente había sido evacuada. Sin embargo, buscando una victoria decisiva sobre la flota persa, la flota aliada atacó y derrotó a los invasores en la batalla de Salamina a finales de año. Temiendo quedar atrapado en Europa, Jerjes se retiró con la mayor parte de su ejército a Asia, dejando al general Mardonio al mando del ejército restante para completar la conquista de Grecia. Al año siguiente, sin embargo, los aliados consiguieron la victoria decisiva en la batalla de Platea, que puso fin a la invasión persa.
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